Desde que llegó la era del desarrollismo, el coche fue invadiendo la ciudad. Se pasó de formas ambientalmente más racionales y socialmente más seguras como los transportes públicos, caminar o ir en bicicleta a otras más contaminantes y peligrosas como el uso exclusivo del vehículo particular. Como consecuencia de todo ello, los impactos ambientales y socioeconómicos que esto provocó (y provoca) son de mayor dimensión. Un modelo de movilidad basado en los desplazamientos diarios en vehículo privado genera, no solo más consumo de energía (con la correspondiente emisión de GEI´s), sino también más contaminación atmosférica y acústica, mayor demanda de infraestructuras, más ocupación de territorio y aumento del riesgo de accidentes.
Si bien en la última década se han ido invirtiendo los modelos en muchos lugares, a día de hoy, y de manera general, los hábitos de movilidad en la ciudad siguen caracterizándose por una expansión urbana continua y una dependencia creciente respecto del vehículo privado. Dicha expansión incrementa las distancias físicas entre los principales usos del suelo (vivienda, trabajo, comercio, servicios públicos), favorece las estructuras urbanas dedicadas a un solo uso y, por tanto, aumenta la fragmentación del territorio y la dependencia del vehículo particular. Se ha ido pasando de un modelo de ciudad denso y compacto, en el que los servicios son atendidos dentro de las áreas urbanas principales, a un modelo disperso de zonificación total, en el que la distancia entre destinos es muy superior y donde la utilización del vehículo privado es casi imprescindible para satisfacer las necesidades.
Las ciudades tienen una capacidad finita para absorber tráfico motorizado, debido a su estructura urbana, su carácter, y su edificación.
Es innegable que la unión automóvil-obra civil–carburantes se ha convertido en uno de los principales motores económicos, y ha modelado el territorio, y aún la sociedad entera y sus pautas de comportamiento, en función de su conveniencia. Por tanto, los problemas en el ámbito de la movilidad no admiten soluciones tecnológicas milagrosas. Su paulatina resolución va a requerir de un gran esfuerzo colectivo de concienciación ciudadana, de participación y responsabilidades compartidas en el rediseño de la ciudad y el espacio urbano, en la concepción del tejido metropolitano y en los modos de transporte utilizados. Llevando además a cabo acciones orientadas a incentivar el uso de los transportes públicos y modos autónomos (bicicletas y peatones) e incrementar la dificultad de accesibilidad de los vehículos privados.
Propuestas para el diseño urbano pensando en las personas
En primer lugar, se hace necesario llevar a cabo medidas que apuesten por un diseño urbano orientado a las personas, no al vehículo privado como hasta ahora, basado en magnitudes humanas y espacios de convivencia, no “de paso”. Por tanto, toda la planificación territorial en general, y urbana en particular, debe tener en cuenta estas premisas básicas que por otro lado no son novedosas en muchas ciudades de Europa ni de nuestro país (nuestras ciudades están apostando cada vez más por iniciativas urbanas y de movilidad más adecuadas a estos modelos), donde encontramos ciudades constituidas por barrios compactos, pensados para el peatón, con mezcla de usos, e integrados en un sistema urbano mayor, de tipo policéntrico y orientado al transporte público, donde el tránsito del vehículo esté restringido y desincentivado.
Las medidas de fomento del transporte público y los modos autónomos son en la actualidad las más desarrolladas en el ámbito de la movilidad sostenible. El incremento de la eficacia de las líneas de autobuses a través del aumento de la velocidad comercial y disminución de los tiempos de espera mediante la creación de plataformas reservadas, la construcción de nuevas líneas de metro (aunque debe restringirse a ciudades con grandes distancias) y ferrocarril, la vuelta a nuestras ciudades de la figura del tranvía, el desarrollo de carriles bici, el crecimiento de las zonas peatonales y las restricciones para la circulación del vehículo privado (que suelen llevar aparejadas medidas como los aparcamientos disuasorios), son claro ejemplo del esfuerzo que se está haciendo por crear conciencia cívica y responsabilidades compartidas en el gran reto de recuperar la ciudad.
Los viajes al trabajo y a la escuela (lo que se conoce como movilidad obligada) suponen el principal porcentaje de movilidad general en los días laborables, por lo que otras de las medidas con mayor impulso en la actualidad, favorecidas por ayudas de las instituciones públicas (menos o nada durante los períodos de crisis), son la creación de los planes de movilidad a los centros de trabajo y los caminos escolares seguros.
Los centros de trabajo son lugares a los que se asocian grandes flujos de movilidad (dependiendo del tamaño y plantilla del mismo) ya que son idéntico punto de destino y origen de numerosos desplazamientos en unas franjas horarias determinadas, por ello, contribuyen notablemente a los problemas circulatorios diarios. A través de estos planes de movilidad se establecen, tras un diagnóstico de la realidad de cada centro de trabajo, medidas encaminadas a favorecer el uso de los transportes públicos o privados colectivos, los modos autónomos o el uso de coche compartido, teniendo siempre entre sus objetivos disminuir las emisiones de GEI´s asociadas a la movilidad.
Caminos escolares seguros
Por otro lado, los caminos escolares seguros son itinerarios flexibles y de trazado sencillo que permiten el desplazamiento a pie o en bicicleta de los niños y las niñas, y que se escogen entre los recorridos que la mayoría del alumnado utiliza más. El camino escolar es una iniciativa destinada a impulsar la recuperación del espacio público como espacio de relación y convivencia, y como una manera innovadora y participativa de abordar la educación hacia la movilidad. Hay que destacar que en este tipo de iniciativas es indispensable la participación y coordinación tanto del alumnado, profesorado y familia, como de la administración local, asociaciones y establecimientos de los barrios.