Sed de partido

ministro

Ningún cargo en el poder estará libre de no ser acribillado por la opinión pública o denostado por sus colegas de partido y de la oposición. Un valor de fuerza y entereza que no todo el mundo sabe elogiar. De hecho, en las situaciones más difíciles es cuando podemos conocer realmente cual es el talante de una persona y si es capaz de salir airoso de los problemas que se les pueden presentar. Y aunque la moral del individuo debe diferir del adoctrinamiento por la pertenencia a una organización que siempre obliga a la disciplina de partido, y esto ocurre en cualquier organización, es muy difícil separarse del grupo, y casi imposible conocer por qué a veces los partidos toman las decisiones que toman. Cuando la discusión salta a la esfera pública, siempre se critica tanto la actuación individual como la grupal, sin conocer más allá del trasfondo de lo que hay por la falta de transparencia sobre cómo se gobierna.

El hecho de querer pertenecer a un grupo político, lo que es la autovinculación al partido por voluntad propia, se resume en la intención del político por mantener un status dentro la cúpula del grupo, o por el simple hecho de que las discrepancias con la doctrina del partido se pueden castigar con la propia muerte política del individuo.

Pero, también existe la posibilidad más honesta de dimitir si el cargo sobrepasa las capacidades del político, o si discrepa con determinadas normas del juego. Y en ese caso, su moral sí que prevalece sobre el grupo. Aunque esto, no suele ser lo normal porque a la vista está que ya cada vez son menos los políticos que dimiten. Y es que, un ego alimentado o tonto útil aceptará siempre cualquier recompensa para salir indemne aún cuando no crea en lo que dice, ni en lo que hace. Pero como se suele decir, la cara es el espejo del alma. Ningún consejero en comunicación, ni estilista, podrá hacer desaparecer los signos de abatimiento de la cara de aquellos que prefieren mantener una equidistancia con la realidad, utilizando el uso de un lenguaje, cada vez más estudiado, para ensalzar términos y adjetivos falaces, poniendo en práctica la psicología positiva; demostrando una actitud de desgana o apatía, y contando medias verdades o simples mentiras, porque saben que saldrán indemnes ya que cuentan con el respaldo del grupo.

De esa tacha, un ministro podrá pasar a liderar a un partido en una comunidad autónoma determinada, pasándole el marrón a otro, como premio a toda una trayectoria que por méritos propios, le ha hecho ser disciplinado pero no así valorado por el público.

En el siguiente destino, esperemos que no acabe siendo un juguete roto de su equipo.

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