Como sociedad se está hablando de una normalidad (que es todo menos normal), se tiene la creencia de que la gente cercana no contagia y no se explica, o no se quiere ver.

Últimamente, no dejamos de ver grupos de jóvenes con conductas que quedan lejanas de las recomendadas por Sanidad en la “nueva normalidad”: abrazándose, besándose, sin mascarilla -o en el codo-. ¿Pero es el momento de responsabilizar a la juventud de los brotes ya existentes o futuros? Antes de hacerlo, o no, deberíamos tener en cuenta las características propias de dicha etapa: La adolescencia se caracteriza por una pertenencia al grupo que conlleva contacto para reafirmar su identidad. Además, se tiene un sentimiento de invulnerabilidad, baja percepción del riesgo y comportamientos “transgresores”,que en muchas ocasiones son por presión social, con el fin de ser aceptados por sus iguales. Frente a las personas adultas, toman una actitud de distanciamiento, no “aceptando” sus consejos o críticas ya que su objetivo es tener independencia. 

Entonces, dado que esas conductas son propias de ese periodo, ¿desde la sociedad se les puede “criminalizar”?, ¿Estamos haciendo algo mal para que la juventud -y edad adulta- no estén tomando las medidas adecuadas? Evidentemente sí a las dos preguntas. Por una parte, hemos visto iniciativas de adolescentes que se han unido por un bien común dejando de lado su visión egoísta y por otro, como sociedad se está hablando de una normalidad que es todo menos normal, se tiene la creencia de que la gente cercana no contagian y no se explica, o no se quiere ver, que relajar las medidas es por cuestiones económicas. 

Hay gente que se empeña en decir que estamos saliendo de la pandemia, pero mientras hayan brotes, creo que lo de salir, queda muy lejos y para ello, deberíamos remar a una, dejando de lado esa visión egoísta de “a mí no me pasará nada” por “puedo contagiar a mis familiares, así que voy a protegerme”.