Luz de Gas y efecto Mandela

Solemos mirar por encima del hombro los conflictos de otros países y continentes llegando a burlarnos de lo evidente que son las falacias que los bandos enfrentados tratan de pasar por argumentos de peso

En mi esfuerzo quincenal por ayudarle a acorralar a su cuñado contra la mesa del comedor o la barra del bar, le quiero comentar las diferencias y similitudes de las dos expresiones del título de la columna.

Por “ hacer luz de gas”, entendemos las maquinaciones destinadas a hacer dudar a la víctima de su criterio o su buen juicio. Dicha expresión fue popularizada a raíz del título de la película de 1944 de George Cukor, en la que se narra una trama de maltrato psicológico para volver loca a la protagonista.

Por su parte, el denominado “efecto Mandela” proviene de la convicción que tenía gran parte de la opinión pública de que Nelson Mandela había fallecido en prisión al tiempo que sabían que había sido Presidente de Sudáfrica (no vamos mencionar a los que confunden a Nelson Mandela con Morgan Freeman). En este sentido, la forma en la que procesamos la información se ve afectada por las emociones que les asociamos. Así, se dio por supuesto que el líder anti-apartheid murió durante el cautiverio cuando estuvo gravemente enfermo de neumonía y el “hecho” quedó superpuesto con su periodo como gobernante tras su liberación.

Aunque en ambos casos se trata de tener una idea equivocada de la realidad, que nos desafía cuando contrastamos los hechos, la principal diferencia es la intencionalidad. Mientras que la segunda es un genuino error, cometido por los mismos motivos que genera un producto cultural defectuoso pero exitoso, la primera tiene la intencionalidad de implantar una mentira duradera contra el interés de la víctima y a prueba de sus esfuerzos por desvelarla.

Hasta esta semana pensaba que se trataba de dos mecanismos separados pero me estoy dando cuenta de que el revisionismo histórico y político crea una narrativa a la base de hilar relatos de luz de gas que, cuando se creen sin cuestionar, devienen en efectos Mandela y me figuro que, si no se paran a tiempo, se convertirán en leyendas y al final en dogmas.

Solemos mirar por encima del hombro los conflictos de otros países y continentes llegando a burlarnos de lo evidente que son las falacias que los bandos enfrentados tratan de pasar por argumentos de peso. Eso es porque nos creemos inmunes a esas manipulaciones y no tenemos la perspectiva de que naciones más cultas que la nuestra cayeron en las mismas trampas. Atrévase a preguntar “¿Eso dónde lo dice?”

 

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