Dado que el presente no parece lo bastante negro, en las últimas semanas se han agolpado pronósticos de los tiempos por venir que lo pintan todo en “cincuenta sombras de gris” tanto por el tono agorero como por lo que nos va tocar fustigarnos. Tal es así que recientemente, la prestigiosa revista The Lancet ha publicado un estudio de la Universidad de Washington financiado por la Fundación Bill y Melinda Gates sobre la población mundial para el año 2100. Ahí es nada. Ochenta años cuando no sabemos si va a haber vacuna/tratamiento en algún momento de 2021 o medir impacto de tecnologías disruptivas como la Inteligencia Artificial en la economía a largo plazo.
Es curioso recordar las previsiones que hicieron en su día científicos, novelistas o politólogos de “El Cariz de Acontecimientos Venideros”, como lo titularía H.G. Wells en su libro y ver en qué acertaron y en qué se quedaron cortos. Así, por lo general vamos fatal en colonización espacial pero vamos bastante bien en evitar la rebelión de las máquinas, el colapso energético y la hambruna global tendente al canibalismo.
Si hacemos memoria, ya hemos pasado con creces el Siglo XX que vislumbraba Julio Verne, el 2015 de Regreso al Futuro II (fallaron en que Biff se presentaba Alcalde en lugar de Presidente) o el 2019 de Blade Runner. En el plano de la no ficción (o al menos eso decían cuando lo presentaron) hemos superado el Plazo de los Objetivos del Milenio de 2015 y hasta ha llegado el Horizonte 2020 de la UE. Todas ellas previsiones informadas y más o menos acertadas pero nunca cumplidas en su totalidad de manera que, a una velocidad de sesenta minutos por hora, todas se han ido convirtiendo en “retrofuturismos”, visiones antiguas del futuro.
Desde la Ilustración, progreso y futuro siempre han ido de la mano constituyendo el Paraíso Terrenal laico aunque puede que la tormenta perfecta que tenemos ahora encima nos nuble esas vistas. Sin embargo, la parálisis por análisis no puede reinar en la toma de decisiones grandes y pequeñas. Prudencia, sí. Pánico, no. A fin de cuentas nadie puede hacer un previsión meteorológica fiable a más de 10 días, pero se lanzan a ver el mundo de dentro de una década. Y no me entiendan mal, alguno acertará bastante. Por probabilidad alguien tiene que acertar.
El presente es el futuro del ayer. Es donde vivimos y podemos tomar las decisiones. Habrá riesgos aunque también recompensas y, en caso de duda, sólo hay que mirar todos los errores de las profecías del fin del mundo porque aquí seguimos y vamos a seguir. Salvo que el que tradujo el calendario maya bailase un número y fuese 2021 en vez de 2012. ¿Qué será, será?