Érase la historia de un aula I José Manuel Pulido Choza

Érase la historia de un aula donde convivían niños y niñas de hasta 13 nacionalidades diferentes, abarcando toda la gama de colores que despliega la raza humana. Desde el blanco caucásico- europeo al amarillo chino-mongol, pasando por el café con leche americano hasta el oscuro negrito zumbón.

No se contemplaba en el aula el hecho diferencial del color de piel, más allá de lo puramente casual. Así nadie reivindicaba su raza pues todos eran conscientes de su igual valor. Su eslogan: ‘Everyone lives matter’.

En el aula no se ponían barreras para separar razas, mas se tendía la mano al compañero necesitado. Se repartían lo materiales y hasta la comida era compartida de manera fraternal.

Coexistían con respeto las diferentes creencias religiosas de cada niño y niña, así como se daban a conocer sus culturas ancestrales conformando una rica amalgama de colores, sabores y leyendas variopintas.

Tampoco se establecía distinción entre géneros en un marco de igualdad donde niños y niñas tenían los mismos derechos y obligaciones. Jugaban a los mismos juegos sin límites ni prejuicios. Realizando las mismas actividades y aceptando la identidad sexual de cada individuo desde la tolerancia y la naturalidad.

En el aula se elegía un delegado de manera democrática, rápida y transparente; se aprendía a ganar y a saber perder. Nadie era más que nadie en el aula, y si por algún malentendido o error surgía un conflicto, se solucionaba dialogando, intentando evitar peleas y agresiones.

Este aula que he descrito no es fruto de la imaginación ni del mundo de los sueños. Fue real y tras este relato me planteo esta retórica: ¿tan difícil resulta conseguir un mundo regido por la paz y la armonía, donde gobiernen el amor y la razón? Un mundo solidario y generoso sustentado en el equilibrio de dar, recibir y compartir.

Pienso que un mundo justo no debe plantearse como una utopía, más bien como meta común. Seamos ejemplo para la sociedad desde nuestro ser individual, afrontemos el futuro con esperanza. Estoy convencido que un mundo mejor es posible desde la educación. Doy fe que se puede lograr, lo he visto con mis ojos. Lo he visto en mi aula

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