Andalucía: patria chica pero universal I Carmen González Aguilar

Cómpeta, Málaga

Más allá de cualquier anuncio publicitario reivindicativo de nuestra identidad, resultado de su todavía menosprecio, todavía sorprende a estas alturas que tengamos que justificar nuestra forma distinta de hablar a la de cualquier otra variedad lingüística del español. 

Hoy, 28 de febrero, los andaluces celebramos el Día de Andalucía en honor al referéndum que nos permitió ser autonomía con rasgos históricos reconocidos. Y en esta convivencia que hemos mantenido como región dentro de España, hemos convivido en armonía a pesar de algunas manifestaciones de menosprecio hacia los andaluces.   Pero al viajar, pronto descubrimos que es algo común del ser humano y, por tanto, no exclusivo de los españoles el reírse o generar estereotipos erróneos entre sus semejantes, mal que nos pese a todos. Tienen una visión limitada.

En el caso del andaluz, fuimos un poco más allá de nuestras demarcaciones e incluso cruzamos el océano. No obstante, el reconocimiento hacia el andaluz que llegó también a América, entre aquellos que se aventuraron a descubrir otros mundos lejanos, empieza ahora, tras siglos de encuentros, a ser estudiado dentro de ese logro de los que navegaron e hicieron del español una lengua universal llena de matices y mezclas.

El andaluz es el dialecto que también comparten y compartieron los más célebres escritores al mostrar la riqueza de su prosa y de sus versos por el mundo; fue el acento que impregnó, hasta nuestros días, la mejor literatura en la que describieron con cierto romanticismo las más bellas y costumbristas escenografías de la vida de este pueblo a lo largo y ancho de los siglos; también, es parte de ese cante jondo vivo que renace en cada suspiro de quien lo canta y lo baila al compás de una guitarra y de aquellos otros instrumentos que han ido incorporando en nuestros días, creando ese tótem perfecto que hoy se puede escribir en partitura para enseñarlo en los conservatorios. Y es que, hoy, el flamenco, es parte del patrimonio inmaterial de la humanidad. Un cante que en sus letras, rebosa de un iniciático y emocional vínculo de los andaluces a su tierra que nos permite echar la vista atrás y reconocernos cuando alguna vez hemos tenido que partir de esta patria chica pero universal. El que vuelve lo hace con esa misma morriña que diría el gallego. 

Esa peculiaridad es también la que ha movido la creatividad de ilustres hombres y mujeres de ciencia a seguir promoviendo las investigaciones más punteras que nos han hecho mejorar como sociedad en las universidades andaluzas y del extranjero. Y a que lo sigan haciendo con gran esfuerzo aunque poco se invierta.  También es la tierra y cuna que alimenta a medio mundo. Un trabajo que hace del agricultor y jornalero, figuras indispensables para darnos sustento.

 

A mis paisanos, ¡feliz Día de Andalucía!

 

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