En verano, también podemos contagiarnos

No hay nada peor que se trunquen todos tus planes vacacionales, de trabajo o estudios por la posibilidad de contagiarte cuando menos lo esperabas. Pero es que, a pesar de que estemos en verano, el virus y todos los tipos de infecciones y enfermedades siguen ahí esperando su oportunidad para ocupar cualquier ser vivo.

En este mes horribilis quien escribe esta editorial tuvo la posibilidad de contagiarse en dos ocasiones en una diferencia de dos semanas. 

No obstante, lo que en principio pudo ser Covid, con dos pruebas negativas resultó ser un resfriado con todos los síntomas descritos que había leído de la nueva variante india: malestar muscular, cansancio, dolor de garganta e inflamación, jaquecas, tos, fiebre y mucha mucosidad.

Como comprenderán, a 40 grados a la sombra, no es de recibo asimilar este estado febril por el que dejas de ser persona para estar una semana prácticamente encamada y aislada en un cuarto hasta conseguir obtener los resultados de los test de antígenos y la PCR.

En este país, hacerte una PCR se ha convertido en el pan de cada día para muchos sanitarios contratados exclusivamente para hacer los test masivos

Sin embargo, sigue sin haber suficiente personal. Lo que provoca que en muchos casos la hora fijada para hacerte el test no se cumpla y te obliguen a estar cerca de otras personas que sí lo pueden tener.  En resumen: te puedes buscar lo que no tienes mientras esperas pasada la hora en la que te tocaba hacerte la prueba.

Pero como todo en la vida, justo cuando ya creías que estabas recuperada de esa infección, en tu entorno surge la confirmación de un caso positivo. Llega de nuevo el pánico y los mensajes de texto que te confirman que fulanito de tal dio positivo. Es entonces cuando tenemos en nuestra mano ser o no responsables. 

Aunque a veces cueste y, de nuevo, te obligue a quedarte donde te haya tocado esta vez, en tu ciudad o fuera de casa, volver de nuevo a hacerte el test te obligará a esperar hasta la fecha que esté disponible, y que depende de si hay un fin de semana por delante y si fue un hospital o un ambulatorio donde te acercaste a solicitarlo. Con todo y con eso sigues pensando que, al seguir convaleciente, puede que lo que tengas sea covid y los test sean falsos negativos. O puede que sea lo que te suele ocurrir otros años cuando pillas un resfriado y ya no lo sueltas. 

En la visita a urgencias se nota el cansancio y la apatía de muchos sanitarios que día a día reciben a personas que dicen haber tenido contacto estrecho con un positivo. Y sí, puede que sea verdad, pero eso mismo no te hace pasar a estar enfermo por Covid ipso facto, dicho por los médicos que de esto saben ya un rato. No obstante, la responsabilidad cívica, más latente por la sobreinformación, te lleva a vivir en un estado de infoxicación que te hace cuestionar al sanitario que tienes enfrente y sabe más que tú.

Todo esto lleva a plantearme una cuestión, que el miedo no nos deja reaccionar ni razonar sobre lo que estamos viviendo. Siendo así, se puede llegar a entender el caso reciente que ocurrió hace unos días en Reino Unido, y que llevó al Gobierno de Downing Street a publicar una lista de industrias a las que se les tuvo que permitir ignorar los mensajes de la aplicación covid del NHS (el Sistema de Salud Pública) que estuvo avisando masivamente a las personas que habían tenido contacto con un positivo.

Los británicos, famosos por su humor negro, rápidamente catalogaron esta situación de “Pingdemic” tras el miedo por recibir un “ping” en el teléfono que te avisase de que debías aislarte. El resultado: más de 600.000 personas confinadas. Lo que provocó una falta de personal en cientos de empresas, el cierre de tiendas, gasolineras y escasez de productos en los supermercados por las personas que fueron en masa antes de confinarse. 

¿Se imaginan que el algoritmo de la aplicación hubiera dejado de funcionar correctamente o alguien hubiera hackeado la aplicación para crear tal caos? Podría parecer surrealista, pero en este año y medio de pandemia la realidad ha superado a cualquier película de ficción.  

Como ejemplo de responsabilidad tenemos a Boris Johnson y al ministro de Finanzas, Rishi Sunak, que también recibieron el famoso “ping”. Aunque, como alumnos aventajados, ellos sí pueden permitirse el lujo de abandonar sus puestos de trabajo.

A pesar de todo lo ocurrido, en Reino Unido seguirá prevaleciendo esta aplicación por encima del juicio clínico hasta mediados de agosto. En el ejemplo opuesto tenemos a Francia, que dejará de contar la tasa acumulada de contagios para contabilizar únicamente los ingresos hospitalarios y la ocupación en las UCI por Covid. Aunque la obligación de presentar el certificado sanitario, para realizar actividades de ocio y turismo, ya está haciendo estragos en el país que tiene como lema la Libertad, la Igualdad y la Fraternidad desde la Revolución Francesa. Y ocurre lo mismo en Grecia, cuna de la civilización occidental.

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