Cuestión de vulnerabilidad

No hemos terminado aún el año, y tras meses de incertidumbre por el virus que ha trastocado nuestra existencia, tendremos vacuna para todos en tiempo récord. Pfizer, Moderna y AstraZeneca, seguro que les sonará, son las vacunas que se van a poner en funcionamiento en varios países. De momento, Reino Unido y EE UU han sido los primeros en empezar a vacunar y se espera que, dentro de poco, le sigan los países miembros de la UE. Ahora, solo queda que la población pueda mostrar confianza en ellas, y se vacunen. Para ello, sería interesante ver a nuestra clase política vacunarse, al menos así, podrían recuperar algo de la confianza perdida, aunque algunas y algunos consideren y hayan hecho público que, hay colectivos más prioritarios e importantes

Uno de los primeros presidentes, Juanma Moreno, en su visita a Sierra Nevada, se contradecía él mismo al decir que las vacunas no serán obligatorias pero sí para asistir a lugares donde exista una conglomeración de personas;. Es decir, para asistir a estadios de fútbol, eventos culturales, e incluso hasta para viajar podría ser necesario el carnet que ya están proponiendo, un documento que a través de un código QR, muestre datos personales de si  estás o no vacunado. ¿Producirá esto que haya ciudadanos de primera y ciudadanos de segunda? ¿Estar vacunado será un requisito para ser contratado? ¿Podremos viajar como antes? Y lo que es más importante, ¿en qué plazo de tiempo se aplicarán estas normas? ¿Se impondrán conforme conozcamos los resultados que vayamos viendo de las vacunas administradas en los próximos meses?

Sin duda alguna, 2020 será un año en el que la salud ha sido la palabra clave más repetida y escuchada, seguido de la palabra ‘Covid-19’ y de la palabra ‘pandemia’. Todos deseamos tener la salud suficiente para estar al 100% y poder vivir con todas las facultades que nos permita nuestro cuerpo y mente. Conocer las posibles consecuencias que pueda tener esta vacuna en nuestra salud, será algo que no podremos contemplar pues será experimentada en nosotros en un plazo de tiempo nunca antes visto. Sus efectos podrán variar y, en el mejor de los casos, podrá cumplir su cometido contra ese virus extraño que afecta de forma muy desigual y del que poco a poco se van conociendo más datos. 

Y para finalizar este año, qué mejor que hablar de otra palabra que también se ha escuchado, principalmente, entre aquellos/as que han denunciado la pérdida de sus mayores durante el colapso de la sanidad, en los primeros meses de pandemia: el concepto de “muerte asistida”. Y es que muchas familias de personas que murieron por la covid, consideraron que fue una “muerte asistida” la que experimentaron miles de ancianos que murieron por no ser atendidos por la falta de respiradores y de camas en las UCI. Y es que, la derivación hacia los hospitales, falló durante la primera oleada causando miles de muertos entre el rango de población de mayor edad; en buena parte, como resultado de la falta de colaboración entre las Comunidades Autónomas. 

Unos meses más tarde, y en este mismo año, ya para finalizarlo con mejor pie, la muerte asistida o, el “suicidio asistido” pasará a ser legal con la aprobación de la ley de la Eutanasia. Lo que no deja de ser curioso que en el año en el que todos estamos peleando por nuestra salud y la de nuestros seres queridos, el año en el que hemos recortado nuestros derechos y libertades para obedecer todas las medidas habidas y por haber, se apruebe esta ley tan controvertida, por considerarse que se “ajusta” a una demanda social actual. Y es que, según las encuestas realizadas por el CIS, bastante conocido por su pulcritud en la realización de sus estudios, ha sido motivo más que suficiente para proponer esta ley que, tras haber sido aprobada con 198 votos en el Congreso, sólo queda que pase por el Senado y se ratifique en la Cámara alta para su entrada en vigor. Una eutanasia que, podrá aplicarse en centros sanitarios públicos, concertados y en el propio domicilio, de forma “garantista” y con asistencia médica. Aunque lo curioso de esta ley es que permitirá la libre “objeción de conciencia” del médico, de poder o no administrarla. Es decir, que la moral del médico podrá ser motivo para que el sanitario no la aplique, a pesar de que pase a ser un derecho que todos tendremos, excepto los niños, cuya ley no los contempla. 

Un tema peliagudo, el de la Eutanasia, que tendrá siempre a gente a favor y en contra pero que, si se analiza, viene a aprobarse en el peor momento económico que vive el conjunto de la sociedad española. La ley de dependencia, que nunca tuvo el apoyo requerido, seguirá siendo una ayuda secundaria que experimentará más recortes y la consiguiente falta de respuesta del Estado a la vulnerabilidad de los enfermos y de sus familias. 

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