El conservadurismo católico

Este jueves, 17 de Diciembre, se ha aprobado en el Congreso la Ley de Eutanasia. A pesar de que falta el trámite del Senado, ya se da por hecho que esta norma pronto se publicará en el BOE. Sin embargo, lo destacable es cómo el conservadurismo parlamentario ha votado que no a lo que, en la práctica, supone ampliar la libertad. Evidentemente, hablamos de unas circunstancias muy duras, pero precisamente por eso era necesario que legislador abordara esta cuestión. En cualquier caso, en los últimos años, se ha legislado en favor del aborto, del matrimonio homosexual e incluso, si nos remontamos más tiempo, también para permitir el divorcio. ¿Qué tiene en común la legislación aprobadada en todas estas materias? Que ha supuesto, indudablemente, un aumento de la capacidad de decisión de las personas.

Entonces, ¿por qué hay formaciones políticas que se oponen? Sencillamente, y esto no implica caer en posturas reduccionistas, la libertad individual no es la prioridad de las formaciones que se oponen a este tipo de legislación. El jueves, Partido Popular, VOX y UPN votaron en contra de la Ley de Eutanasia. En lo que respecta a PP y VOX no es un secreto que son formaciones políticas conservadores con profundas convicciones católicas. Aquí se encuentra la verdadera razón del problema. Son los valores católicos los que se oponen a la eutanasia, al aborto, al matrimonio entre personasdel mismo sexo y, por último, al divorcio. Por tanto, aunque VOX no existiera cuando se votaron las otras normas, la cuestión de fondo seguía siendo la misma: hay partidos políticos que sitúan los valores religiosos por encima de la libertad. ¿Esto es necesariamente malo? Dependerá de cada persona, pero lo que no es coherente es que se sigan llamando “liberales” cuando, en realidad, son formaciones católico-conservadoras.

La oposición católica a la eutanasia y al aborto

En este sentido, el catolicismo se opone a la eutanasia, primeramente porque considera que la vida es sagrada. Así que, en 1980 la Iglesia publicó la conocida Declaración Iura et bona, en la que la institución religiosa explica detalladamente su rechazo a la eutanasia. En dicha declaración se esgrime que «Todo hombre tiene el deber de conformar su vida con el designio de Dios», por lo que «La muerte voluntaria o sea el suicidio es, por consiguiente, tan inaceptable como el homicidio; semejante acción constituye en efecto, por parte del hombre, el rechazo de la soberanía de Dios». Para la Iglesia Católica la vida de los hombres pertenece a Dios y no se puede disponer de ella libremente. Por esa razón, equipara el suicidio al homicidio. De esta manera, el texto prosigue «nada ni nadie puede autorizar la muerte de un ser humano inocente, sea feto o embrión, niño o adulto, anciano, enfermo incurable o agonizante». Asimismo, es llamativo cómo el escrito no desaconseja evitar los analgésicos: «según la doctrina cristiana, el dolor, sobre todo el de los últimos momentos de la vida, asume un significado particular en el plan salvífico de Dios; en efecto, es una participación en la pasión de Cristo y una unión con el sacrificio redentor que Él ha ofrecido en obediencia a la voluntad del Padre».

Las razones de la Iglesia para oponerse al aborto son parecidas, y están basadas en ese carácter sagrado que tiene la vida. Lo debatible en este caso estaría en el hecho de si un feto puede considerarse ya un ser vivo. Tomando como fundamento esa cuestión, la ley se articula sobre plazos y ya no tanto sobre supuestos. En consecuencia, en las primeras 14 semanas una mujer puede abortar libremente, siendo posible alcanzar las 22 si existe riesgo para la vida o salud de la madre. Sobre si el feto es un ser vivo ya o todavía no, la Iglesia reividica la llamada tesis de la “animación inmediata”, según la cual el feto recibe su alma en el momento de la concepción. Por eso, en el Concilio Vaticano II se dijo aquello de: «La vida desde su concepción debe ser salvaguardada con el máximo cuidado». Una postura que se explica mejor en la Declaración sobre el aborto de 1974.

El matrimonio para la Iglesia y el Partido Popular

En lo que respecta al matrimonio entre personas del mismo sexo, es conocidísima la oposición del catolicismo a este tipo de uniones. De hecho, el Partido Popular como partido perteneciente a la democracia cristiana interpuso en su momento un recurso de inconstitucionalidad contra la ley que permitía contraer matrimionio a personas del mismo sexo. Ahora bien, un recurso de inconstitucionalidad debería tratar de demostrar que una norma con rango de ley es contraria a la Constitución, pero en dicho recurso se recogen afirmaciones como «De ahí la necesidad de reconocer, proteger y fomentar de forma precisa, específica y sostenida en el tiempo la unión entre el hombre y la mujer. Y de ahí que la ley impugnada desnaturalice el matrimonio». Eso no es un argumento jurídico, sino moral y tremendamente subjetivo. En relación con esto, el artículo 32 de la Constitución reconoce al hombre y a la mujer el derecho a contraer matrimonio con plena igualdad jurídica, pero no impide expresamente que personas del mismo sexo lo hagan también. De modo que, se aplica el conocido principio en Derecho de “lo que no está prohibido está permitido”.

Para la Iglesia Católica, el matrimonio es una institución sagrada y natural, basada en la relación del hombre con la mujer. En este sentido, en el Génesis ya se recogía aquello de que como no es bueno que el hombre esté solo es necesario que se haga una compañera para él. Además, Dios dio un mandato muy claro: “creced y multiplicaos”, aunque también exhortaba a someter la Tierra y al resto de animales, lo que merece un rechazo contundente desde un punto de vista ecologista. Asimismo, en el evangelio de Mateo se recoge aquello de: «¿No habéis leído que el Creador, en el principio, los creó hombre y mujer, y dijo: “Por eso abandonará el hombre a su padre y a su madre, y se unirá a su mujer, y serán los dos una sola carne”? De modo que ya no son dos, sino una sola carne. Pues lo que Dios ha unido, que no lo separe el hombre». Un argumento que la doctrina católica usa contra el divorcio y los matrimonios homosexuales.

Ciertamente, las religiones son una fuente de principios morales, que cada persona decide seguir o no. Sin embargo, es problemático cuando estos mismos principios se incorporan al ordenamiento jurídico. Esto se debe a que la religión brinda unos valores, pero que ya no son compartidos por la mayor parte de la sociedad. En consecuencia, la normativa de un Estado no puede prohibir y/o sancionar determinados comportamientos solo porque el cuerpo doctrinal de una determinada religión no lo apruebe. Por otra parte, las personas que no estén de acuerdo con la nueva legislación pueden seguir practicando sus principios etico-religiosos, dado que nada les obliga a, por ejemplo, contraer matrimonio con una persona de su mismo sexo. No obstante, carece de sentido que el Derecho castigue lo que la religión condena, puesto que ésta se debe limitar al ámbito privado.

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