Historia de dos 2020

No basta quemar el año, porque el que olvida no aprende, sino que sería conveniente recordar la historia de los dos 2020, el peor de los años y el mejor de los años

“Eran los mejores tiempos, eran los peores tiempos…” Así es como planteaba Charles Dickens en su celebérrima Historia de Dos Ciudades el entorno en el que se iba a desarrollar la trama que era la Revolución Francesa, nada más y nada menos. De hecho, llegados a la última columna de este año, puesto viene siendo el momento de hacer balance, es una cita que puede resumir bastante bien lo vivido y, posiblemente, la forma en la que Historia lo registre.

Muy pocas personas en su sano juicio y mínimamente empáticas podrían decir que los últimos doce meses han sido buenos aunque en su caso particular no haya tenido que sufrir la calamidades bíblicas que han azotado al mundo. No sólo ha estado la pandemia y sus consecuencias, sino que, mirando más allá de nuestro ombligo, es posible ver plagas de la langostas, catástrofes naturales, manifestaciones extremas del calentamiento global, radicalización de los conflictos sociales, recrudecimiento de los conflictos bélicos, hasta una plaga de sapos venenosos y cangrejos mutantes. Guerra, Hambre, Peste y Muerte son los cuatro jinetes.

Lo que hace de 2020 un año tan horrible es que nos ha dado un guantazo de realidad que ha quebrado nuestra campana de cristal desde la que percibíamos el mundo. Aunque puede que los Millenials y la Generación Z sólo hayan conocido un mundo entre crisis, los demás hemos vivido creyendo en el crecimiento perpetuo, donde las crisis son baches sectoriales de un par de años y los perros se podían atar con longanizas. Lo que hay ahora es una fracción del día a día de la mayor parte de la humanidad. Hemos dejado de ser una civilización que vive de espaldas a la muerte y eso es algo que todavía tenemos que procesar.

Por otro lado, los horrores acontecidos han hecho olvidar que las perspectivas para este año no eran buenas de ninguna manera. Así, Airbus, Abengoa, Alcoa, Brexit, Nissan, las fusiones bancarias, la tensión de la burbuja turística y la crisis institucional estaban encima de la mesa desde enero, con lo que era bien sabido que había miles de empleos directos, decenas de miles de ellos indirectos y muchos millones en el aire. De hecho, todo lo demás ha proporcionado una cortina de humo oportuna para gestionar esos casos entre bambalinas de tal manera que sólo es conocido el hecho consumado.

En definitiva, 2020 iba a ser un año malo y las circunstancias han hecho de él uno espantoso. Uno de tantos en la Historia, que al final se acaban superando adquiriendo una catarsis a nivel social. 

Una pandemia que ha llevado a nuestro sistema sanitario al límite y ha costado miles de vidas, pero que ha demostrado a la vez que escatimar en prevención sale carísimo y que la ciencia, con el espacio y los recursos adecuados, puede conseguir resultados prodigiosos.

Una crisis económica sin precedentes en tiempo de paz, que ha arrasado sectores enteros pero, que no es más que un ajuste de cuentas de la globalización mal planificada y precariedad estructural y, como respuesta a esto, abre las opciones de nuevas formas de trabajar y mejores soluciones para el porvenir. 

Una crisis de legitimidad institucional que ha sacado lo peor de la clase política a todos los niveles y revelado la futilidad de las medidas cortoplacistas de los discursos extremistas antes la realidad de una economía global. Frente a la Parca, se ha encontrado el común denominador y poco tienen que ver las soluciones planteadas hace diez años a la crisis financiera con los planes Next Gen.

Unas medidas de confinamiento que pusieron a prueba nuestra sociedad y en tela de juicio nuestra forma de vida que, en la mayoría de los casos, podemos decir con orgullo que hemos superado adaptándonos y que el tiempo ha puesto en su lugar a los críticos con sus prejuicios.

Un mazazo en nuestras vidas individuales en las que han entrado miedos, pérdidas y otros factores de ansiedad pero que nos ha obligado a sentarnos meditar como no lo habíamos hecho antes. 

Como decía Alfonso Guerra “¿Queréis catarsis?” pues más nos vale que la saquemos todos porque estas lecciones nos están costando millones, miles de vidas y oportunidades perdidas. No basta quemar el año, porque el que olvida no aprende, sino que sería conveniente recordar la historia de los dos 2020, el peor de los años y el mejor de los años. 

Les deseo unas felices fiestas con los suyos, incluido su cuñado, una buena entrada de año y buena suerte.

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