Las noticias ciertas suelen estar precedidas de hechos demostrables en el tiempo, de antecedentes que se pueden rastrear, y de una evolución lenta y fundamentada. Las teorías conspiranoicas, todo lo contrario.
En serio, ¿de verdad se creen que Bill Gates se entretiene poniendo nanoespías en las vacunas para saber lo que hacemos? ¿Son ustedes tan importantes para Google y Apple que tienen software espía en sus móviles para vigilarlos? ¿Miguel Bosé y Enrique Bunbury ahora son expertos en tecnología y telecomunicaciones? ¿En serio?
Uno de los fundamentos de las noticias falsas es que necesitan un vínculo que todo el mundo reconozca. Si eliminamos a Bill Gates, Google, Apple, Bosé o Bunbury de todas estas teorías, de inmediato dejan de parecer veraces. No importan los hechos en sí mismos. Hay que hacer una invención creativa de los hechos, aportando algún dato sensacionalista, en vez de simplemente enumerarlos.
Tengamos también en cuenta la velocidad. Las noticias ciertas suelen estar precedidas de hechos demostrables en el tiempo, de antecedentes que se pueden rastrear, y de una evolución lenta y fundamentada. Las teorías conspiranoicas, todo lo contrario. Surgen de repente, nadie las verifica, y las redes sociales rápidamente las viralizan. Todo el mundo se las cree. Por supuesto. ¿Cómo va a estar todo el mundo equivocado?
Las grandes compañías controlan el flujo de la información. Mark Zuckerberg se harta de decir que él no quiere ser “el árbitro de la verdad”, cuando justamente actúa en sentido contrario a esa afirmación. Y nosotros nos lo creemos todo. Es mucho más cómodo. Dejemos que otros piensen por nosotros, dediquémonos a compartir todo lo que leemos y que pueda parecer verdadero. Y, por supuesto, ofendámonos profundamente si alguien opina lo contrario.
¿Conspiración mundial para controlarnos? Claro que si. Bosé y Bunbury, esos grandes pensadores, no pueden estar equivocados.