De ilusiones y prohibiciones I Juan Gómez Rubio

En medio de una segunda ola y tras convertirse España en uno de los casos más preocupantes, toca hacer un poco de análisis. Sin duda los datos son alarmantes, no hay mucho margen de subjetividad respecto a eso, pero tal vez lo sea más cómo se ha convertido en una crisis política enfangada de cruce de acusaciones y choque de intereses. Porque hay problemas sobrevenidos que ocurren queramos o no; como ya se ha visto, cuando hay una crisis mundial, sea económica, política o de cualquier tipo es bastante improbable que no te acabe salpicando de algún modo.

En cuanto a qué medidas se deberían haber tomado es muy sencillo dar soluciones a posteriori como quien critica a un entrenador profesional desde su sofá. Sí, se podrían haber hecho las cosas mejor y tomar otras decisiones. Se intentó recuperar la normalidad y salvar la campaña de verano para el turismo esperando salvar en parte la economía, pero el resultado solo se podrá comprobar con el tiempo tras una temporada que no se ha salvado además de una segunda oleada cuyos daños aún estamos contando. Lo que de verdad me preocupa es cómo ni siquiera en lo peor somos capaces de organizarnos por el bien común, cómo el coronavirus se ha convertido en una batalla política, en una pelota que arrojar para herir al adversario. En esta situación más que en cualquier otra se vuelve peligrosa la pelea de “la política de mi adversario siempre es mala política”.

De esta crisis una de las frases que puede que se hayan vuelto más escalofriantes es la famosa “hay que salvar la economía” cuya mejor traducción acaba siendo “no importan las vidas mientras la máquina siga”. Recientemente el alcalde Almeida expresaba que tenía la confianza de que los madrileños “limiten sus desplazamientos durante el puente”, ilusiones que no podían estar más lejos de lo que la experiencia nos ha enseñado. Tal vez sea un poco triste que solo nos comportemos con prohibiciones pero, aunque nos duela, puede que sea la realidad. Porque hay más formas de salvar la economía que sacrificando vidas aunque no sean populares y aunque no lo fuera sería motivo de reflexión la ética y preferencias del sistema que hemos construido. Aunque sea por una vez deberíamos dejar diferencias de lado para conseguir algo más allá de los votos y más allá de la economía.

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