Argumentos verdaderos y argumentos verosímiles

La campaña electoral para la Comunidad de Madrid está en su punto álgido. La lucha entre los candidatos, sus dimes y diretes y eslóganes que muestran el dilema que parece haberse asentado en la sociedad, son parte de las estrategias de partido. El “divide y vencerás” es el lema común de cualquier grupo que se presenta a unas elecciones. Y en este entramado de luces y sombras es importante saber distinguir entre argumentos verdaderos y argumentos verosímiles. 

‘Libertad o socialismo’ fue el eslogan que acompañó a la  candidata a la Comunidad de Madrid, Isabel Díaz Ayuso, durante las primeras semanas tras conocerse que iba a convocar elecciones anticipadas. Poco tiempo después lo cambiaría a ‘Comunismo o Libertad’. No obstante, cuando Pablo Iglesias anunció que iba a dejar la vicepresidencia para convertirse en su rival, redujeron el eslogan únicamente a ‘Libertad’ para poner énfasis en las políticas más laxas que mantuvo el gobierno autonómico durante la pandemia. Aunque esta lógica responde también al resultado del enfrentamiento entre ambas administraciones: la autonómica y la central, la respuesta del grupo socialista fue presentarse con el eslogan ‘Fascismo o democracia’, otro gran dilema deconstruccionista del discurso, que viene a resumir otra intencionalidad.

La capacidad argumentativa de los enunciados

Muy raramente los políticos se servirán de argumentos lógicos; la mayoría de ellos suele basarse en discursos propios de la “argumentación convencional”, los cuales son verosímiles, estereotipados y, a veces, no documentados. Los rifirrafes en los debates políticos que en estos días se han celebrado, así como algunos ‘datos falsos’ que han aportado, son parte de esas estrategias que se rigen más por la pasión y el objetivo de recaudar votos,  que por los argumentos verdaderos que deberían primar en las campañas electorales.

La elección de los eslóganes y los discursos políticos no es una cuestión baladí. Detrás está el trabajo de directores de gabinete que escriben los discursos y las palabras que después serán los titulares que recojan los medios de comunicación. Por lo que la intencionalidad de los enunciados es clave para que el mensaje llegue a la mayor parte del público.

La vuelta a considerar el pensamiento aristotélico supuso un cambio en el análisis de la argumentación

Desde los años 60, investigadores como Jean-Claude Anscrombre y Oswald Ducrot publicaron sendos trabajos en contra de la tradición inglesa que consideraba al acto de argumentar una cuestión que no podía demostrar ni razonar a favor de una aserción por considerar que el lenguaje carecía de objetividad.  Sin embargo, los estudios de ambos, basándose en la tradición del pensamiento aristotélico, respecto al razonamiento argumentativo, puso en evidencia los tópicos o topos que son instrumentos lingüísticos muy poderosos para adecuar los enunciados, y que permiten que una comunidad sociolingüística sea capaz de entender y saber el contexto de la relación del argumento y la conclusión. Es decir, ayudan a determinar si existe coherencia entre el argumento y la conclusión y pronosticar cuál va a ser esta última. 

Lo vemos mejor con este enunciado que Pablo Iglesias dedicó a Ángel Gabilondo en el debate electoral en el que estuvieron los seis candidatos:

Le hablo desde el compañerismo y sabiendo que vamos a ganar juntos y que nos tenemos que llevar muy bien

Argumento explícito: «Le hablo desde el compañerismo y sabiendo que vamos a ganar juntos».

Conclusión: «(…) nos tenemos que llevar muy bien».

El ‘tópico’ implícito sería que tienen que llevarse muy bien para gobernar juntos; una condición sine qua non de que debe existir compañerismo aunque vengan de dos formaciones distintas. Aquí la conclusión para el electorado sería que ambos se van a apoyar para gobernar.

Luego, también están los “argumentos antiorientados” que expresan contradicción u oposición entre un enunciado y el otro. También los que vienen a reforzar la argumentación con marcadores como “de hecho”, “en realidad”, etc. Estos son los “coorientados”, los que más se usan al igual que la manipulación de los marcadores discursivos  en la argumentación conversacional, especialmente durante los debates:

(Pablo Iglesias a Isabel Ayuso)

Madrid encabeza las cifras más mortíferas en lo que se refiere al coronavirus. No sonría, señora Ayuso, estamos hablando de fallecidos

 

Las reglas del discurso racional

Si el discurso racional debe estar basado en la honestidad con el interlocutor, la responsabilidad de sus opiniones, la calidad del discurso y su libertad de expresión, cada vez es menos frecuente encontrar estas reglas en los discursos. Por contra, es más proclive encontrar a candidatos que no respetan los principios de cortesía y los turnos a la hora de presentar sus argumentos. De igual forma, vemos que empieza a instaurarse la normalidad de algunas ausencias y salidas en los debates electorales. Lo vimos con la precipitada salida de Pablo Iglesias del debate de la Ser por negarse a debatir con la otra candidata a la presidencia de la Comunidad de Madrid, Rocío Monasterio. O las ausencias de Ayuso en algunos de estos debates. De cierta forma, estas actuaciones limitan el derecho de los ciudadanos a conocer los programas de los candidatos, ver cómo interactúan entre ellos y qué mecanismos utilizan en su argumentación, respecto a lo que hablábamos antes: los tópicos. Y en este sentido, el argumentum ad personam/ad hominem, es decir, el argumento no lógico que critica de forma personal al adversario, sus métodos, incompetencia o falta de programa, sigue siendo constante en cualquier debate por encima de las reglas del discurso racional que explicábamos antes.

 

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