Autora: Teresa López Alcántara
Buscan y no hallan el buen amor,
el de los abrazos que arropan sin extrañar las horas
en las tardes, en las madrugadas,
en los despertares de las mañanas gélidas
que no consiguen romper las ramas.
Flexibles están al viento
cuando impacta contra el tronco del árbol,
ese que protege porque está sujeto,
sujeto a raíces profundas y nutridas de sales y minerales.
La mirada que irradia
aquella alegría desbocada
como el que escucha la más bella sinfonía,
la canción de su vida.
En la distancia,
como el que claudica con ímpetu aquella melodía,
se pierden al no saber medir el tiempo,
al no entonar en la misma escala.
Realidades intrínsecas del ser humano
se repiten como la historia,
independientemente del idioma,
país, continente y océanos que los separan.
Por las distintas religiones que profesan,
descubren realidades paralelas.
Un muro que choca estrepitosamente
si no logran romperlo.
Se buscan, pero quizá ya no se reconozcan.
La mala letra que no logra entonar el mea culpa.
El te quiero, pero te abandono,
el no sé vivir sin ti, pero contigo tampoco…
El mal querer parecido a los dogmas de la industria musical.
Una canción comercial para un 14 de febrero estéril y pueril.
Moneda conmemorativa que paga la letra,
música pegadiza y hueca
que no llega a ser lanzada sin auto-tune.
Aún no entienden que la voz se pierde en una mala lírica,
en las repeticiones
de los mismos versos fracasados y mal hallados.
Oyen, pero no escuchan,
se observan, pero no se reconocen.
Descubrimos nuestra melodía
en nuestras circunstancias,
en el atardecer de nuestras vidas,
en las experiencias vividas.
El amor bajo el sirimiri que todo lo impregna
y hace reverdecer las almas.
Pero, ¿dónde está la canción?
¿Dónde está la melodía?
¿Dónde quedó la inspiración?
Las canciones que aún resuenan hasta nuestros días,
se escribieron con renglones torcidos
como las más bellas sinfonías.
La inspiración es así de vanidosa,
sin esperar a que termine de ser compuesta,
le corre prisa por ser tinta
y después letra.
Pero en los tiempos que vivimos ahora,
los abrazos están prohibidos,
los anhelos están desaconsejados,
los bozales nos enmudecen,
y las manos….las manos ya no tocan,
no sienten ni padecen.
Muertas están al tacto.
Andamos por la vida como sonámbulos,
a más de dos metros de distancia,
de vuelta de todo.
Mal querido 2020, mal hallado 2021
acaba de comenzar y su música,
su música no es remanso.
Suena como un zumbido
que no nos ayuda a dar con su nota.
Tiene una escala diferente que,
raramente alguna vez fue escuchada.
No tiene métrica
nadie entiende cómo y porqué surgió,
pero a todos nos afecta
su ruido ensordecedor.
Volverán los abrazos retorcidos,
como los de las ramas de un árbol milenario
que esperó a ser besado.
Ahora, la música se celebra en streaming
aun con la añoranza del directo
del que creó la primera melodía.
¡Pobre jilguero que ya no tiene público!
No enmudezcas en el escenario
que el telón aún no está echado.
Tienes un lucero por foco,
que te está alumbrando.
Sigue, sigue sobrevolando
hasta que logres encontrar tu melodía
En la pieza de música que escribas
hallarás las palabras que habrán de ser entonadas
la escala de tonos de tus circunstancias.
Pronto, cuando vuelva la primavera,
dejarás de ser ermitaño.
Ahora, sí, libre,
libre para hallar la melodía,
porque ninguna corriente de aire hará retroceder tus pasos.
Pronto, pronto volverán los abrazos retorcidos,
como los de las ramas de un árbol milenario
que esperó a ser besado.