Los estadounidenses sí eligen a su presidente

El próximo martes, 3 de noviembre, se celebrarán las elecciones presidenciales en Estados Unidos. Es todo un espectáculo político y, debe reconocerse, los resultados de estos comicios tienen, en mayor o menor medida, repercusiones mundiales. No obstante, más allá de los análisis en torno a aspectos puramente electorales, es interesante observar el método de elección estadounidense. ¿Por qué? Porque el presidente de ese país no es elegido por el poder legislativo, tal y como ocurre en España y en otros Estados de corte parlamentario. En estos últimos sistemas, la ciudadanía en las elecciones designa a los miembros de una asamblea legislativa, y ésta deberá ponerse de acuerdo para elegir al presidente. Por el contrario, en Estados Unidos, y otros países americanos de tipo presidencialista, el presidente es elegido en un procedimiento independiente en el que la ciudadanía sencillamente se pronunciará sobre el candidato que prefiera. 

Sin embargo, es cierto que las elecciones presidenciales en el país del béisbol y el baloncesto, no es un procedimiento sencillo, por lo que vamos a examinarlo con detenimiento. En primer lugar, cabe mencionar, tal y como recoge la primera sección del artículo 1 de la Constitución de los Estados Unidos, que el poder legislativo se compone de dos cámaras que son el Senado y la Cámara de Representantes, conociéndose ambas como Congreso de los Estados Unidos. En relación con el poder ejecutivo, la primera sección del artículo dos lo deposita en el Presidente de los Estados Unidos, mientras que el segundo apartado de la misma establece que el número de electores (actualmente conocidos como compromisarios) será igual al total de senadores y miembros de la Cámara de representantes. Al respecto, hay que puntualizar que a Washington D.C. se le asignan tres. Esta cifra asciende a los 538 compromisarios que, bajo el nombre de Colegio Electoral, serán los encargados, en última instancia, de elegir al presidente.

En relación con lo anterior, es posible cuestionar si acaso no lo eligía la ciudadanía. En este caso, debe responderse que sí, solo que de modo indirecto. Esto quiere decir que cada uno de los estados que conforman el país tendrá asignado un número determinado de compromisarios. ¿Y de qué manera se distribuyen estos delegados? Pues el sistema electoral estadounidense es con pequeñas excepciones mayoritario, lo que significa que el candidato que consiga más votos en un estado (que es la circunscripción electoral) se llevará todos los compromisarios del mismo. En consecuencia, teóricamente, los compromisarios deberían terminar votando por el candidato de su partido. No obstante, debe remarcarse que ha habido algunas excepciones en la historia política del país, aunque no han sido totalmente decisivas. 

En este sentido, pese a que la elección sea indirecta, el sistema político estadounidense sí permite que la ciudadanía elija a su presidente. En los sistemas parlamentarios, las elecciones suelen convocarse para designar los miembros del poder legislativo. Pero, por ejemplo, en España, existe mucha incertidumbre sobre qué candidato van a apoyar determinados grupos políticos. Es más, incluso hay sorprendentes y conocidos apoyos indirectos, en forma de abstención, como el que ejerció el PSOE en el año 2016. En aquellos momentos pocos votantes de esta formación política habrían imaginado que su voto contribuiría a dar el Gobierno al PP. En Estados Unidos eso es impensable, incluso teniendo en cuenta que algún compromisario puede votar lo contrario de lo que se espera. 

¿Qué presidente contará con más legitimidad?, ¿Uno elegido por la ciudadanía u otro elegido por una asamblea legislativa? Evidentemente, en el momento en el que los sistemas representativos aceptan la elección como mecanismo de legitimación de los mismos, cualquier elección tomada por la ciudadanía tendrá más valor que otra llevada a cabo por cualquiera cámara. En relación con esto, es casi irrelevante que los miembros de una asamblea fueran en su momento designados por la ciudadanía, porque los mismos fueron elegidos para legislar y no habrá ninguna garantía que éstos vayan a apoyar a un candidato específico, como sí ocurre con los compromisarios estadounidenses.  Asimismo, es difícil entender que la mayoría del legislativo nombre al jefe del ejecutivo y, al mismo tiempo, supervise libremente su actividad. Puesto que, lo único que garantiza el correcto funcionamiento de los frenos y contrapesos es que cada poder haya nacido en procesos independientes; a lo que convendría sumar que los partidos políticos abandonen esa rígida y desfasada disciplina de voto que sobrevuela la práctica totalidad de sus actuaciones.

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