I can´t breathe: una aproximación al racismo institucional estadounidense

La muerte de George Floyd ha prendido la mecha de una las mayores revueltas sociales de la historia reciente de los Estados Unidos de América. Este terrible hecho nos recuerda que la complejidad de la cuestión racial del país norteamericano no debe subestimarse. En este sentido, existen multitud de antecedentes, pudiéndose citar dos nombres de un extraordinario poderío mediático: Rosa Parks y Martin Luther King. La historia de Rosa es conocida: ésta se negó a ceder su asiento del autobús a los blancos que habían entrado, lo que le supuso ingresar en prisión. Como respuesta a ese hecho, Luther King organizó el famoso boicot a los autobuses de Montgomery. Pese a ello, a este pastor se le conoce más por su participación en la famosa marcha por el trabajo y la libertad.

En realidad, Estados Unidos no deja de ser un país fundado por inmigrantes, quienes condenaron al ostracismo a su población autóctona. Más tarde, las personas negras de África fueron obligadas, como consecuencia del execrable comercio triangular, a trabajar en los campos de algodón, cacao, tabaco, etc. del llamado “nuevo contintente”. De esta manera, aquel país de blancos, provenientes del viejo continente, comenzó también a tener gente de raza negra, solo que en aquellos momentos no les “molestaban” porque eran sus esclavos. Entonces, no hubo “necesidad” de racismo, pero la industrialización de los estados del norte tuvo una inesperada, aunque afortunada, consecuencia al terminar favoreciendo movimientos abolicionistas. Aunque la esclavitud no terminó hasta después de la dolorosa Guerra de Secesión, que enfrentó a los unionistas del norte y los confederados del sur. De esta manera, el 6 de diciembre de 1865, la Constitución de los Estados Unidos acogió su decimotercera enmienda, con la que ponía fin a la esclavitud, salvo como castigo por delitos específicos. 

La conquista de la Ley de Derechos Civiles y la xenofobia

Con todo, aunque Lincoln había muerto medio año antes del fin de la guerra, lo había conseguido, había “liberado” a los esclavos. Un acontecimiento histórico que se complementa con la decimoquinta enmienda, que impedía menoscabar el derecho de sufragio por razón de raza, color o por su anterior condición de esclavo. Ahora bien, pese a que estas medidas habían incluso alcanzado rango constitucional no habían, ni mucho menos, terminado con la problemática racial en el país.  De hecho, pocos años después de la guerra surgió el denominado Ku Klux Klan. No obstante, el mayor inconveniente eran los escollos de carácter legal que no fueron removidos hasta la Ley de Derechos Civiles de 1964 y la Ley de Derecho al Voto de 1965. Esta última norma fue indispensable para que la, antes mencionada, decimoquinta enmienda pudiera aplicarse con mayor eficacia.

En relación con lo anterior, es necesario destacar que esas dos leyes no fueron concesiones de un Estado magnánimo consciente de las injusticias que se cometían en su territorio. En aquella ocasión jugó un papel fundamental esa marcha liderada por Martin Luther King. Pero, ¿cuál es la situación actual? Desde un punto de visto legal ya no existen impedimientos para que los ciudadanos negros gocen de los mismos derechos que sus compatriotas blancos. No obstante, según la página Mapping Police Violence, el 25% de las personas muertas a manos de la policía son negras, pese a que solo representen el 13% de la población. Además, tal y como indica el Abdul Latif Jameel Poverty Action Lab (una red de 181 profesores universitarios de todo el mundo) en Estados Unidos el 50% de los currículums con nombres tradicionalmente blancos recibieron un 50% más de llamadas que los currículums con nombres tradicionalmente afroamericanos.

Todo lo dicho es solo una mínima muestra de cómo el racismo en el país americano no se trata de algo aislado, ni tampoco termina de abandonar las más profundas raíces del sistema. Algunos podrán preguntar: ¿cómo puede ser si hubo un presidente negro? A lo que cabe recordar que: ¿acaso terminaría con el machismo que fuera elegida una mujer como presidenta? Evidentemente no, pues resulta irrelevante a quien “coloques” al frente del poder político, dado que eso es algo meramente circunstancial. Un verdarero cambio exige transformar instituciones; renovar los altos cargos que puedan seguir ocupados por racistas; legislar para impedir discriminaciones de tipo indirecto; y, por supuesto, una fuerte labor pedagógica.

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