La cooperación en una catástrofe

Sabedores de que en esta vida solo estamos de paso, y que nada material nos llevaremos al otro lado, todo lo contrario, algunos prefieren seguir viviendo acumulando en demasía, lo suyo y lo de los otros, como si la justicia terrenal y la divina no fueran a hacer acto de presencia, más pronto que tarde.

En este punto, me gustaría destacar las palabras que pronunciaba Mark Rutte, en rueda de prensa, presentando su dimisión como primer Ministro: “El Estado de Derecho debe proteger a sus ciudadanos del todopoderoso Gobierno y el sistema ha fracasado de forma estrepitosa”. La pregunta que yo les haría es ineludible, ¿creen en llegaremos a tener esa misma honestidad por parte de nuestra clase política alguna vez? Por ponernos en contexto, las pronunció hace escasamente unos días.

Pero déjenme introducir este artículo que, sólo intenta desglosar unos hechos desde la confianza y el optimismo en las capacidades que tenemos para salir siempre adelante. Y es que, a todos nos quedó claro que 2020 fue un año trágico para España y, en especial, para Madrid, con los datos que se han hecho públicos sobre la alta tasa de mortalidad a consecuencia de la crisis sanitaria. 2021, lejos de lo que se podía esperar, también ha empezado fuerte tras quedar colapsada por un temporal de nieve, más propio de Siberia que de España. Pero tampoco, ha sido exclusivo de esta ciudad; en otras regiones la nevada también ha hecho de las suyas, dejando aisladas y sin luz eléctrica a varias poblaciones.

Por ello, Madrid pide ahora ser considerada “zona catastrófica” para paliar las pérdidas millonarias que tendrá que asumir por las inclemencias del tiempo y, un conjunto de circunstancias tales como: una difícil gestión con limitados recursos para la nieve,  el caso omiso a las previsiones que se daban, y la competitividad que existe entre las administraciones, en su lucha de egos que pone más piedras sobre el camino. No es de extrañar que la conversación de los madrileños en estos días, mientras “achican” la nieve, sea culpar y acordarse, para mal, de unas y otras administraciones catalogando a quién corresponde la competencia de una u otra cosa. En estas circunstancias, el trabajo de los servicios de bomberos, policías, Guardia Civil, UME… ha sido fundamental, pero no suficiente. El resultado: miles de voluntarios que prestan gratuitamente su tiempo para ayudar a descolapsar la capital del hielo y dar apoyo a las necesidades personales de muchos madrileños.

Situaciones de este tipo dejan ver algunas de las bondades de los seres humanos y la capacidad de reaccionar ante situaciones que revisan de un plan de actuación para terminar con una situación indeseada o perjudicial para el conjunto, por simple sentido común: la supervivencia.

Pero cada día estamos más acostumbrados y nos asombra menos que la clase política actúe saltándose a la torera todos los fundamentos para ejercer su servicio, haciendo y deshaciendo a su antojo en nombre de la Hacienda Pública. De ahí, una subida del precio de la luz con un argumento dado que cae por su propio peso, al decir que la UE obliga a ello con el IVA, al igual que lo hiciera antes con las mascarillas. Pero no, no le compete a la UE, sino al gobierno, y prueba de ello es la rebaja que han hecho otros países cercanos por las circunstancias actuales que vivimos.

Aquel lema que decía “Hacienda somos todos”, es un lema que incluye a “todos”, indistintamente de la procedencia, si tenemos residencia o nacionalidad, y si ésta viene dada por nacimiento o elección. De forma que, si se actúa de forma discriminatoria y corrupta, el Estado de Derecho debe dar una respuesta aplicando la norma. Recientemente, lo hemos visto en los Países Bajos, donde, por suerte, la justicia terrenal ha actuado dando su golpe de efecto. Y lo que podía parecer imposible, ha ocurrido. El actual gobierno ha tenido que dimitir en bloque por actuaciones discriminatorias en un escandaloso fraude por unas ayudas sociales dadas a familias extranjeras, a las que el gobierno obligó a devolver sin causa justificada alguna.

Este caso, y el de tantos otros que se dan de vez en cuando, podríamos tomarlos como ejemplos para no perder la esperanza. Pues cuando se actúa de forma fraudulenta, el peso de la ley recae tarde o temprano. También es cierto la tendencia a desacreditar al Estado de Derecho y a las propias instituciones que van más allá de cualquier decisión de un gobierno de turno. No resulta extraño, que la apatía y la desafección hacia nuestra democracia y las instituciones, por el abuso deliberado de nuestra clase política, nos haga pensar que son más débiles.

Como estamos viendo, ante cualquier catástrofe o situación difícil, cuando la población quiere, puede, y queda claro que actuar juntos nos hace más fuertes ante cualquier adversidad. La desunión y la división, como ocurre con las administraciones, cuando son de un partido u otro, ayudan a más bien poco si la competencia es desleal. Y ocurre lo mismo cuando existe desafección a participar en las cuestiones que nos incumben en la cosa pública. Malos políticos y malos gobiernos nos pueden llevar a la bancarrota. Por ello, ya seamos ciudadanos de a pie, funcionarios, políticos, científicos, jueces o miembros de cualquier organización, debemos ser leales al interés general en nuestro día a día. Quizá debamos mirar más a la naturaleza para ver cómo otras especies actúan y trabajan, cooperando para prevenir y evitar cualquier catástrofe o daño.

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