Neutralidad institucional frente a las campañas electorales

En la historia se repiten ejemplos de países que mantuvieron su neutralidad en periodos históricos hostiles, evitando así sufrir de primera mano los conflictos bélicos y las consecuentes posguerras. Más tarde, mediante acuerdos y tratados internacionales, la configuración de lo que hoy es la Unión Europea ha permitido que los países miembros hayan mejorado en cuanto a calidad democrática, gobernabilidad y desarrollo. Algo que no hubiera sido posible sin los acuerdos para garantizar la paz.

La neutralidad y la legitimidad de la función institucional, también garantiza la credibilidad en las instituciones, su prestigio y confianza a nivel nacional e internacional. Para lo que también es importante la cooperación.  Y en este sentido, declaraciones como las del vicepresidente del Gobierno, Pablo Iglesias, vuelven de nuevo a acaparar toda la atención: “No hay una situación de plena normalidad política y democrática cuando los líderes de los dos partidos que gobiernan en Cataluña, uno está en prisión y el otro en Bruselas”.

Por estas mismas palabras, poco después, la ministra portavoz del gobierno, María José Montero, salió a quitarle hierro al asunto al enmarcar las palabras del líder de la formación morada dentro de la campaña electoral. Pero el daño ya estaba hecho.

“Yo voy a seguir diciendo la verdad a pesar de las amenazas y de que eso moleste a señores muy poderosos”, -argumentaba el actual vicepresidente del Gobierno de España- “Decir que hay cosas que no funcionan no es atacar la democracia, al contrario, es defenderla”. 

En el marco en el que pronunció estas palabras, podría haber dicho  “la democracia siempre es mejorable”. Sin embargo, añade más leña al fuego sin separar ambas funciones, la de su cargo institucional y la del líder que está en campaña, al cuestionar la actuación de la Justicia y sin hacer lo propio con la actuación de Oriol Junqueras o Carles Puigdemont; el primero condenado por sedición y malversación y el segundo en el autoexilio.

Su postura de cara a las elecciones catalanas la conocemos, pero como representante del equipo de Gobierno, al que llegó siendo la cuarta fuerza política más votada, Pablo Iglesias tira piedras contra su propio tejado por su apoyo al proceso soberanista de Cataluña, al mismo tiempo que solapa la neutralidad de la acción institucional con la posición ideológica de su formación para esta región.

Es innegable que España al igual que otros países, durante el año 2020, ha bajado puestos en cuanto a nivel de democracia. Podríamos preguntarnos el porqué más allá de la sobrevenida pandemia. Por ejemplo, a través del otro mal endémico: la clase política de nuestro país y sus corruptelas que siguen sucediéndose y que gracias a los medios conocemos. 

Nuestro país ocupa hoy el puesto 22 a nivel global, según el medio británico The Economist. Un puesto que, a pesar de todo, nos sitúa mejor que Portugal, Italia, Francia, Bélgica e incluso EE UU. 

Al seguir los barómetros del CIS, uno de los principales problemas que tiene España, bajo la percepción de los ciudadanos encuestados, es la corrupción la que más se repite de forma constante. 

En el último Índice de Percepción sobre la Corrupción en España que realizó Transparency,  nuestro país sigue bajando puestos. Actualmente, se situaría en el puesto 32 a nivel global. Y a nivel regional, esta percepción es más alta en unas comunidades que en otras a niveles muy dispares. 

La corrupción no entiende de izquierdas y de derechas en sus injerencias para realizar nombramientos dentro de las instituciones, administraciones, malversar dinero público con el consiguiente perjuicio para el patrimonio público, entre otras actuaciones desleales que imperan ante una Justicia lenta que necesita más recursos para que sea efectiva en tiempo y forma, como ya apuntó el informe de la Comisión Europea en el análisis sobre la situación del Estado de Derecho en Europa. Y en este sentido, se han hecho avances para agilizar el proceso penal y la interoperabilidad entre las autonomías. 

Ya para terminar y aportar otro dato interesante, según el último estudio realizado por Transparency,  sobre el Índice de Empresas en Defensa 2020, muestra que tres cuartas partes de las empresas más importantes a nivel mundial no utilizan los suficientes mecanismos para luchar contra la corrupción o muestran poco compromiso o ninguno para combatirla. Pero los mecanismos están ahí, tan solo hace falta interés para desarrollarlos, aplicarlos y tener conciencia sobre el patrimonio público, que es de todos. 

Por ello, apremia  mantener la neutralidad de nuestras instituciones frente a las injerencias de la actividad política cuando se está en campaña. No todo vale.

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