La guerra contra los youtubers

La guerra ha empezado. Una guerra mediática. El objetivo: los youtubers. El conflicto surgía el pasado 17 de enero cuando el famoso youtuber Rubén Doblas Gundersen, más conocido como ‘El Rubius’ anunciaba su decisión de mudarse a Andorra, sumándose así a la larga lista de youtubers -como TheGrefg, Willyrex, Invicthor o Vegetta777- que han hecho lo propio para pagar menos impuestos. El debate ya estaba servido y no solamente entre usuarios de redes sociales. En estos días se ha visto cómo desde las televisiones públicas se ha pedido la decapitación de los creadores de contenidos en YouTube en medio de plazas públicas; a dirigentes políticos haciendo lo propio con la expropiación de sus bienes como si los youtubers fueran ladrones que nunca hubieran pagado sus impuestos; la búsqueda de cuentas bancarias ocultas; así como una infinidad de insultos como
por ejemplo ‘ratas de España’.

Esta noticia no ha hecho sino servir para que se ataque a todos los youtubers y streamers y para manchar la imagen de este sector. Pero detrás de todo esto hay mucho más. Como en buena parte de los conflictos, hay mucho miedo. Miedo a lo desconocido, a aquello que no se llega a entender, que rompe con lo tradicional y con lo que se está acostumbrado. Redes como YouTube o Twitch son actualmente un medio de comunicación al igual que el youtuber o streamer es una nueva profesión.

Nada más que hay que ver cómo los medios tradicionales se abren sus propios canales en esta red social para acceder a un nicho de mercado mucho mayor. Y lo que es mejor: apenas hacen falta medios técnicos ni económicos para ser creadores de contenido, ni mucho menos una productora. Lo ‘único’ que hace falta para triunfar en ambas redes es tener una idea que atraiga y te diferencie de los millones de canales que existen en estas plataformas.

El problema está en que la crítica a los youtubers siempre ha estado inherente a su profesión. En los orígenes de esta plataforma, los youtubers no eran sino jóvenes (como si no hubiera adultos que usan esta herramienta) que grababan tonterías y las subían a internet; mientras que ahora las críticas derivan de la gran cantidad de dinero que mueven gracias a las campañas de publicidad que incorporan en sus vídeos. Publicidad y dinero que no ven los medios tradicionales. En ambas situaciones, el factor común es sin duda el menosprecio al trabajo del youtuber y que no se valora el contenido que hacen ni el tiempo y esfuerzo que hay detrás de sus vídeos.

Pero hay más. Actualmente existe una gran desinformación que hace que parte de esas voces críticas probablemente no sepan cómo funciona ni YouTube, ni la declaración de impuestos ni siquiera a dónde van a parar dichos impuestos. A esto hay que sumarle que, como está demostrando la pandemia del Covid-19, ya no es necesario ir a trabajar a una oficina determinado número de horas sino que ese trabajo, gracias a los medios tecnológicos de los que se disponen actualmente, es posible hacerlo desde casa. Una tendencia que no solamente no va a desaparecer sino que probablemente vaya a más (salvo en determinadas profesiones dónde la presencia del trabajar sea indispensable como en el ámbito sanitario). Una tendencia que los sectores más conservadores no ven con buenos ojos.

Para finalizar, una reflexión. Andorra, que no es paraíso fiscal, tiene unos impuestos menores que los que hay en España, hay que recordar que Hacienda se lleva el 47% del beneficio generado. Las preguntas que debemos hacernos son primero, si cada uno está dispuesto a que alguien que no ha participado en la elaboración de nuestro trabajo se quede con la mitad de los ingresos y, segundo, si no tenemos la libertad de poder decidir qué hacer con nuestra vida empezando por dónde vivir.

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