Tras estar unos meses confinados, una de las medidas de seguridad es llevar mascarilla y mantener una distancia social. Las dos acciones fundamentales para que el COVID no siga tan presente en la sociedad y que, poco a poco, vayan disminuyendo el número de casos. Pero me pregunto si realmente lo estamos cumpliendo o si está resultando un esfuerzo inútil. 

Es verdad que el uso es obligatorio en muchas comunidades autónomas y que la gran mayoría las utiliza cuando sale a la calle. El problema es cuando quedas con los familiares y los amigos y la mascarilla queda en el bolso, en el bolsillo o en la mochila. Adiós al uso de la misma y a la distancia social por hola a besos, abrazos y poca distancia. 

Creo que no somos conscientes de la importancia que tiene cumplir esas medidas tanto en las calles, estando solos, y para ir a sitios públicos, como cuando visitamos a la gente que apreciamos en sus hogares. El Gobierno de Canarias realizó una campaña de sanidad respecto a este tema, un caso del cumpleaños de un familiar, donde el resto de la familia lo visita en su casa, algunos de ellos beben de la misma botella, el cumpleañero sopla las velas y como regalo tiene cuarenta días en coma, e incluso la muerte. 

Es necesario ser conscientes de la gravedad de la situación, de cómo este virus se adentra nuevamente y con fuerza. Un ejemplo es Cataluña, donde aparecen multitud de casos diariamente, donde este miércoles 29 de julio cuenta con 969 nuevos casos. Se valoran nuevas medidas para controlarlo, aunque da la sensación de que ya se está saliendo de control. 

Si todos llevásemos la mascarilla, se podría controlar poco a poco el virus y que vaya desapareciendo, pero si no respetamos las medidas al pie de la letra, todo el esfuerzo será inútil y dentro de poco viviremos un nuevo confinamiento, que afectará aún más la economía española y, lo que es peor, se seguirán perdiendo muchas más vidas.