Siguiendo con el artículo anterior, voy a desarrollar otros dos tipos de comunicación que forman parte de la comunicación política: la comunicación de riesgo y la comunicación de crisis.
Para empezar, me gustaría hacer hincapié en un cambio importante que introdujo la Organización Mundial de la Salud con respecto a la concepción del término “pandemia”. Y es que, en 2009, la OMS pasó de considerar la pandemia como “una infección por un agente infeccioso”, en términos de mortalidad poblacional, a considerarlo como la propagación mundial de una nueva enfermedad. ¿Qué quiere decir esto? Que además de eliminar la característica de mortalidad para declarar una pandemia, se basan en el número de países afectados más que en los resultados de muerte que genere. Aunque la OMS lleva trabajando desde su aparición como órgano de las Naciones Unidas, es la primera vez que está gestionando e involucrando a los países a tomar medidas conjuntas a nivel global. De hecho, las medidas adoptadas por los países para el confinamiento, se produjeron en sintonía con la declaración de la pandemia por la OMS y la UE, independientemente del desarrollo distinto que tuvo el virus en los países europeos y en el continente americano. He aquí la comunicación de riesgo y de crisis que se gestó.
Cuando existe el riesgo
Hay que destacar, que no siempre las “crisis” tienen que venir precedidas de una comunicación de riesgo. Se puede dar el caso que un accidente grave, un acto terrorista o una catástrofe natural, den origen a una actuación inmediata por parte de las instituciones para paliar las consecuencias de una situación que ha generado una crisis inmediata. No obstante, siempre y cuando exista el riesgo, debe existir una plan estratégico para evitar la crisis. Un ejemplo pudimos verlo con las inundaciones que se produjeron en Venecia con importantes daños personales y materiales para la ciudad. En esta caso aunque era conocido ya de antemano la posibilidad de una inundación por el aumento del nivel del mar, consecuencia directa del cambio climático y del estado de salubridad de los canales, fue un desastre natural.
Por otro lado, no siempre una comunicación de riesgo da como resultado una comunicación de crisis, pues, la comunicación de riesgo, en su origen, tiene una misión de prevención y anticipación ante un posible riesgo o peligro. Este, por ejemplo, sería el caso de las medidas de anticipación adoptadas en el río Támesis de Londres para evitar su colapso. Y en otro orden, otro de los ejemplos que podría citar, fue uno de los acontecimientos que cambiaron completamente el concepto de seguridad y prevención: los atentados terrotistas de las Torres Gemelas de Nueva York que desencadenaron, posteriormente, una estrategia de comunicación basada en la promoción del terror y en la búsqueda de un culpable para justificar al pueblo estadounidense la intervención militar en Irak. Desde entonces se hizo más que evidente la necesidad de prever posibles atentados en las principales ciudades del mundo a través de los cuerpos y fuerzas de seguridad de los Estados en una acción conjunta con organismos internacionales. Recalco este ejemplo porque fue el primer paso que cambió las normas de seguridad de los aeropuertos internacionales a través de una comunicación de riesgo intensa para concienciar y justificar las medidas que la población estaría obligada a aceptar para embarcar en los vuelos comerciales.
Un escenario de incertidumbre
Cuando los resultados de una situación de riesgo, como en este caso la crisis sanitaria, colapsa de manera puntual las UCIs, lo que genera es el miedo ante una situación de incertidumbre. Es entonces cuando la comunicación de crisis actúa haciendo partícipes a todos los ciudadanos, como principales interesados para dar a conocer y justificar las medidas de confinamiento y restricción de sus derechos a la movilidad. En este sentido, son las instituciones y el presidente del Gobierno quien debe anticipar la comunicación antes que los propios medios de comunicación, ya que, éstos últimos, son en definitiva quienes se hacen eco de las informaciones para concienciar a los ciudadanos en seguir las normas recomendadas a través de la difusión de las medidas y actuaciones adoptadas.
Pero, cuando una comunicación de crisis prolongada genera una incertidumbre que, como ya lo estamos viendo, está perjudicando a nuestra economía, y por ende, a las economías domésticas, la gestión de la crisis económica que no sanitaria, pasa a ser el germen de una comunicación basada en ayudar a la población a soportar sus temores y su indignación. En el caso de España se tradujo en una comunicación gubernamental basada en la propaganda sobre la información relacionada con el incentivo de ayudas para paliar la situación económica de este parón, a través de los ERTE y el ingreso mínimo vital. No obstante, la gestión del riesgo en comunicación, no implica ni esconde una mala gestión pues al final llega a ser naturalmente perceptible cuando las medidas son exageradas, no hay coherencia entre lo que se dice y se dijo o cuando las medidas llegan tarde. Prueba de ello fueron las declaraciones del presidente del Gobierno de España, y el de sus ministros destacando la compra de materiales sanitarios una vez que el problema, ya estaba en nuestro país o la negación de un comité de expertos durante la desescalada aún cuando ellos mismos ratificaron su existencia. Una de las claves en comunicación de crisis está en hacer público el comité de expertos que gestiona una situación excepcional de crisis. Esto da mayor credibilidad y confianza a los ciudadanos. Se puede eludir una información pero no mentir a la población; es más, sería interesante también destacar la diferencia entre el riesgo real y el riego percibido. En este sentido, acudir a las recomendaciones técnicas y académicas debería ser obligatorio y conocer quién es el equipo que está asesorando al gobierno.
En cualquier caso, la estrategia a nivel global de marcar unas pautas a seguir ha evidenciado un cambio de rumbo al igual que ocurrió después de las Torres Gemelas que llevará consigo nuevas medidas por parte de los gobiernos que afectarán, una vez más, a la libre movilidad de los ciudadanos y a sus derechos. La preguntas o incógnitas serán: cómo se justificarán y en qué medida nos afectarán.